miércoles, 22 de abril de 2009

Capítulo 6

Misterio


Todos nos miramos. Había algo en aquel mensaje que me llamó la atención, esta vez no tenía firma. Ya era el segundo mensaje. Todo me hizo pensar en las lágrimas de sangre. Quizás las lágrimas de Jill, estaban relacionadas con algo. Pensaba que podían formar parte del rompecabezas. Pero, ¿en qué parte encajaba todo?

-Chicos.- dijo Jill - ¿Por qué no vamos a casa de Rebeca?

- Yo estoy de acuerdo- dije. Entonces, seguidamente fuimos a casa de Rebeca, que precisamente, vivía no muy lejos del parque en el que nos encontrábamos. Por el camino me dí cuenta de lo bien que le sentaba a Jill su ropa. No estaba muy seguro, pero creo que me estaba enamorando de ella. Su pelo perfilaba su rostro, haciéndolo mucho más atractivo. Era preciosa.

- Ya hemos llegado.- dijo Carlos. Jill aproximó su mano hacia el timbre y antes de pulsarlo, lo dudó un momento. Esperamos un poco y salió una mujer, vestida con ropa moderna y de temporada, con cabello castaño y bastante alta. Como era Rebaca...

-¿Está Rebeca en casa?- dije con una sonrisa.

-¿Re...beca? - dijo la mujer bajando la cabeza. - Lo siento chicos, pero no sabemos nada de Rebeca desde hace dos noches, pensaba que estaba con alguno de vosotros. - dijo con los ojos brillando.

- Vaya, pensábamos que estaba enferma y no vino ayer con nosotros y quizás por eso no había venido hoy al colegio.- dijo Chris.

- Bueno, si sabemos algo de ella vendremos a informarle, adiós señora.- dijimos todos. Nos fuimos hacia el parque nuevamente. Yo me senté cerca del tobogán, junto a Jill. Ahora sólo podía pensar en qué le podía pasar a Rebeca. No sabía por qué se fué ni lo que le había pasado. Estaba empezando a pensar que Alice había matado a Rebeca. Jill se fue de mi lado y se sentó en el columpio. Intentaba razonar la desparición de Jill, pero como no podía encajar los acontecimientos me fuí y me senté en el columpio, al lado de Jill. La miré. Le reflejé una sonrisa a su tez pálida que miraba al suelo. Un golpe de aire le acarició el cabello. Sentí un escalofrío que me pareció que ella lo había sentido también por que me miró al mismo tiempo que giré la cabeza hacia ella. El columpio en el que se encontraba Jill comenzó a balancearse.

-¿¡Qué ocurre!? - dijo Jill apretando las manos a las cadenas del columpio. Éste comenzó a balancearse con más fuerza.

- ¡Jill, salta hacia mí!- le dije gritando.
- ¡Imposible, no puedo, tengo miedo!- me dijo apretando aún más las manos.
- ¡Vamos, sé valiente! ¡Tu puedes!- le dije extendiendo mis manos hacia ella. Jill se armó de valor y saltó hacia mí. Yo la salvé de una gran caída pero el impacto con mis manos, me hizo caer al suelo y quedé inconsciente.

miércoles, 8 de abril de 2009

Capítulo 5

El laberinto


Todo había sido un sueño. Abrí los ojos rápidamente y encendí la luz. No podía ser verdad, es decir, ese sueño. Mi respiración no era normal, estaba asustado, impactado. ¿Por qué ese horrible sueño? Cogí mis gafas, me aproximé a la ventana y subí la persiana. Era de día, y además la hora de ir al colegio. Fui al armario y cogí el chandal. Preparé la mochila y desayuné. Mi madre me notó algo raro, pero preferí no decirle nada a pesar de sus sospechas. Me fui al colegio.

-Hola Mark- me dijo Chris.

-Hola- le respondí. - Y Rebeca, ¿ha venido?- le pregunté.

- No, aún no. Quizás hoy no asista a clase´.- dijo muy seguro de sí mismo. A los pocos minutos, después de contarle mi sueño a Chris, llegaron Carlos y Jill.

-Buenos días- nos dijeron

-Hola, ¿habéis visto a Rebeca por el camino?- estaba impaciente por saber algo de ella.

-No- contestaron. Chris y yo nos miamos. Tras varias clases por fin llegó la hora de irse a casa. En el camino pensábamos en por qué Rebeca no había asistido a clase.
¿Y si Alice... la ha...?- dijo Jill parándose en el camino, con los ojos muy abiertos.

-¿Matado?- dijo Carlos continuando la frase de Jill.

-No...es...imposible.- continuó ella.

-Quizás ya esté muerta, en este momento.- dijo Chris dando a entender que Rebeca ya no importaba.

-Chris, tío, sabes que para Jill es difícil pasar por todo esto, así que déjalo ¿vale?- Chris bajó la cabeza tras oír mis palabras.

- Chicos ya me voy a casa.- les dije. Cogí a Jill y la aparté de ellos para decirle algo.

- Oye, tranquila. Si necesitas ayuda ven a casa o simplemente llámame.- le dije secándole las lágrimas. Me iba a guardar el pañuelo pero recordé todo lo que ocurría con las lágrimas de Jill. Abrí el pañuelo y confirmé mis sospechas, en él había una lágrima de sangre, tan sólo una.

- Esta tarde, en el lugar de siempre, y a la misma hora.- les dije a todos. A las cuatro de la tarde nos encontramos en el parque. Estábamos hablando cuando de pronto vimos humo que salía del laberinto de juegos. Entramos y en el suelo había un mensaje, como si recién escrito con fuego lo hubieran puesto. El mensaje decía:
El juego tan solo ha empezado. Hoy sólo habéis visto unas secuelas, todavía quedan los hechos más importantes, Rebeca...

Todo aquello me hizo entender algo: Rebeca no había muerto aun pero, ¿dónde se encontraba?

viernes, 3 de abril de 2009

Capítulo 4

Una confusión



Un golpe de viento acarició mi cara. Jill tenía la tez blanca y sus ojos estaban enrojecidos.

-Rebeca la ha cagado- dijo Carlos con voz estúpida.

-Ya que Alice está liberada, vámonos, no hay nada que hacer aquí- dijo Jill entre sollozos.

-Intentemos, por ahora, no acercarnos a Rebeca, por nuestra seguridad.- me atreví a decir. Pero sabía que me costaría hacerlo porque éramos amigos desde hace casi 8 años. Todos nos fuimos de allí. Llegué a casa, saludé a mis padres y me acosté a dormir. Quizás ahora solamente hubieran pasado cinco minutos, pero éstos me parecieron dos horas en las que no podía conciliar el sueño. Mi cabeza daba vueltas a un pequeño detalle que no comenté a los demás. Cuando Rebeca rompió el vaso dijo que todo era una farsa, pero no noté en ella la preocupación que debía tener una persona cuando sabía que un espíritu iría tras ella hasta matarla. Rebeca, por el contrario, parecía muy tranquila lo cual me hizo dudar si ocultó su miedo o realmente fue ella quien tuvo algo que ver con la desaparición de Alice. Estaba confuso, no más que los demás, pero sentía como si el puzle que intentaba resolver estuviera incompleto, como si le faltaran piezas. Al poco rato cerré los ojos y me dormí.

-¡Jill, aléjate de la vidriera, rápido! ¡Vamos, tu puedes!- Una sombra se acercaba a ella. Jill, parecía ser de piedra, estaba mirando a la sombra y no se inmutaba de mis palabras.

-¡Vamos!- Jill reaccionó. Comenzó a correr entre los bancos de la iglesia hacia mí. Ella cayó al suelo. La sombra se aproximaba aún más rápido. No podía dejarla allí tirada, indefensa, en el suelo. Comencé a correr con el fin de llevar a Jill en mis brazos hasta un lugar seguro de la iglesia, pero la sombra, llegó antes que yo y ya estaba al lado de Jill.

-¡No por favor, no me hagas daño!- dijo sollozando.

-!Jill, refúgiate bajo un banco! ¡La vidriera!
Era demasiado tarde, la vidriera estalló en mil pedazos que cayeron como gotas de lluvia en una tormenta veraniega sobre el cuerpo de Jill y sobre la sombra...